A. Kassoy (B Lab): “Es importante unir a las empresas sociales y a las compañías más convencionales para crear un verdadero impacto social y ambiental”
Andrew Kassoy, Co-Fundador y CEO de B Lab Global, nos cuenta cómo las empresas desempeñan un papel crucial en la defensa de la democracia y por qué hay cierta “magia” en mantener la tensión que hay entre las empresas sociales y las multinacionales con un propósito común.
Cuando Andrew Kassoy, Bart Houlahan y Jay Coen Gilbert co-fundaron B Lab en 2006, la idea de utilizar la fuerza de las empresas para generar un impacto positivo en el mundo aún no había despegado. Era la época anterior a la crisis financiera, donde la primacía de los accionistas era la única regla del juego y al mundo financiero aún no le había llegado la hora de rendir cuentas. Sin embargo, el sistema no funcionaba como debía. Las desigualdades sociales y el cambio climático aumentaban, así que Kassoy y su equipo se propusieron cambiarlo.
"Cuando empezamos, teníamos muchas ínfulas y ambiciones muy altas para lo que estábamos haciendo", dice Kassoy. Y es que, dada la envergadura del quehacer que se habían propuesto, que era ni más ni menos que transformar el capitalismo, es comprensible que necesitaran cierto grado de confianza en sí mismos.
Kassoy es el Co-Fundador y Director General de B Lab, organización sin ánimo de lucro que impulsa el movimiento B Corp en todo el mundo. Hablamos con él a través de Zoom: lleva un traje elegante y habla con voz tranquila, tomándose su tiempo para pensar antes de responder las preguntas. Sin embargo, su pasión por su misión es palpable; su entusiasmo por el proyecto de B Lab permanece intacto.
Después de estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Stanford, Kassoy trabajó en el sector del capital privado durante 16 años. Durante ese tiempo, descubrió el poder que pueden tener los mercados para proporcionar capital a las empresas y ayudarlas a escalar. Pero también vio que ese era su único y exclusivo propósito, el de generar beneficios económicos para todos los accionistas.
"Poco a poco, me di cuenta de que nada de eso tenía sentido", dice. "Las empresas se dedicaban a invertir para ganar tanto dinero como fuera posible y de la forma más rápida posible sin tener en cuenta nada más que eso... Y aquello era destructivo. Destructivo para los trabajadores, las comunidades y para el planeta".
En aquella misma época, Kassoy se convirtió en miembro de la Junta Directiva de Echoing Green, una organización que apoya a los emprendedores sociales emergentes. Al principio, esos innovadores sociales creaban, sobre todo, organizaciones sin ánimo de lucro para resolver problemas sociales, dice Kassoy, pero a finales de la década de los noventa y principios del 2000, la idea de crear modelos de negocio con ánimo de lucro con el objetivo de escalar el impacto fue ganando adeptos.
Pero toparon con una barrera sistémica: el mercado simplemente no estaba preparado para ellos, explica Kassoy. En cuanto los emprendedores asumían el capital externo, su deber fiduciario era maximizar el rendimiento de los accionistas y no el valor social. "Eso me hizo dar cuenta de que era el momento de hacer algo nuevo", dice Kassoy.
Houlahan y Coen Gilbert, compañeros de Kassoy en la Universidad de Stanford, eran unos emprendedores de éxito, pero también estaban descontentos por la presión que ejercían los inversores para priorizar las ganancias. Tal era el descontento que vendieron al mejor postor su propia compañía, la empresa de calzado y ropa de baloncesto AND1. Fue en aquel momento que Houlahan y Gilbert, junto con Kassoy, decidieron buscar la manera de transformar el sistema económico para que dejara de ir en contra de las empresas que querían crear valor social y ambiental más allá de generar beneficios económicos. "Si realmente queríamos abordar esta cuestión, no podíamos limitarnos solamente a hablar de ella. Teníamos que actuar.", dijo Kassoy.
Lo primero que hicieron fue identificar dos tareas clave a abordar: la primera, la necesidad de desarrollar estándares para medir el impacto de las empresas y hacer posible el"diferenciar las buenas empresas del buen marketing" y, la segunda, cambiar el deber fiduciario de las empresas para que tuvieran en cuenta a todos sus grupos de interés en la toma de decisiones -trabajadores, comunidades, el planeta, consumidores e inversores- y no solamente a los accionistas.
Fue así como crearon un nuevo modelo de empresa que unía esas dos cosas: el cumplimiento de los más altos estándares de desempeño social y ambiental y el requisito de una mayor responsabilidad legal. Y así nació B Corp, y con ella, una comunidad de empresas con un distintivo que permitía a la gente entender qué significa ser una buena empresa.
Una comunidad inclusiva
A día de hoy, el movimiento B Corp cuenta ya con casi 5.000 empresas en todo el mundo (donde encontramos algunas de las mayores compañías del planeta, como Natura, propietaria de The Body Shop y Avon), así como con partidarios del movimiento como el exvicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore. Las compañías celebran y comparten que son B Corp exhibiendo la B en sus oficinas y tiendas, una ‘B’ que resulta cada vez más familiar para la ciudadanía.
La comunidad B Corp es muy amplia e incluye tanto empresas sociales y cooperativas como grandes multinacionales. “La decisión de incluir a todo tipo de empresas fue muy consciente”, explica Kassoy. "Cuando estábamos empezando, reflexionamos mucho sobre si queríamos crear un nuevo sector de la economía, o si lo que realmente buscábamos era transformar toda la economía", dice. "Nuestra conclusión fue que no queríamos crear un sector minoritario para que todo el mundo nos diera una ‘palmadita’ en la espalda y dijera “¡qué bien!”, mientras el resto de la economía seguía funcionando como hasta ahora, dejando al pequeño sector de empresas comprometidas relegado a la sombra".
El modelo empresarial B Corp debía ser amplio e inclusivo; pero, por otro lado, el estándar tenía que ser exigente para ser verdaderamente significativo.
¿Cree Kassoy que el movimiento de las empresas sociales es a veces demasiado purista? "Las empresas sociales, siendo puristas, son realmente importantes y significativas. Porque de alguna manera establecen el verdadero liderazgo y prácticas sólidas y reales a seguir”. Y eso ayuda a trazar un camino para todos los demás. “Es importante encontrar formas de unir -a pesar de la tensión que esto pueda generar- a las empresas sociales y a las compañías más convencionales en la misma comunidad. Aunque las empresas convencionales no logren la misma profundidad de impacto que las empresas sociales, éstas pueden tener un gran impacto como, por ejemplo, gracias a su posibilidad de escalar” explica Kassoy.
Una de estas empresas es la B Corp Greyston Bakery, que fabrica los brownies para los helados de Ben & Jerry's (otra B Corp). El lema de Greyston es que no contrata a personas para hacer brownies; hace brownies para contratar a personas. La empresa da oportunidades de trabajo a personas en riesgo de exclusión mediante una política de contratación abierta (no comprueba ni los currículums ni los antecedentes penales de los candidatos).
Greyston nunca llegará a ser una multinacional, explica Kassoy, pero ahora trabaja con empresas más grandes para ayudarlas a adoptar prácticas de contratación similares con sus propios trabajadores. "Hay muchos ejemplos de este tipo en la comunidad B Corp. Y creo que esa es la magia de poder mantener esa tensión".
Cambio de sistemas
¿Está Kassoy contento de cómo está avanzando el movimiento B Corp? Cuando tu objetivo es cambiar el sistema, "quieres que todo vaya mucho más rápido de lo que va", dice Kassoy. Con 3.000 empresas actualmente en proceso para ser B Corp, Kassoy dice que B Lab necesita encontrar formas de acelerar el proceso de evaluación y certificación sin rebajar los estándares de desempeño y la integridad de la verificación (la duración del proceso de evaluación para ser B Corp varía según el tamaño y la complejidad de la empresa; normalmente, una pequeña o mediana empresa tarda entre seis y ocho meses en pasar por todo el proceso).
Pero el objetivo de B Lab no es construir "un imperio de empresas B Corp", explica. "Los números son mucho menos importantes para nosotros que qué empresas forman parte de la comunidad, cuál es el impacto de estas empresas y cómo están actuando colectivamente para impulsar un cambio en todo el sistema".
Aún así, el tipo de empresas que logran ser B Corp es importante: cada vez son más las grandes empresas que se someten al proceso para ser B Corp, y estas "son un altavoz mucho más grande y pueden comunicar más fuerte la importancia de transformar la economía y redefinir el sentido del éxtio empresarial", dice Kassoy.
A Kassoy le gusta ver que las B Corps y su modo de ser empresa son un ejemplo a seguir para otras compañías. Un ejemplo de ello es el uso de la Evaluación de Impacto B (EIB o BIA en inglés), la herramienta online, gratuita y confidencial para ser B Corp que B Lab pone a disposición de cualquier empresa. Mientras que hay 5.000 empresas B Corp que se han evaluado con esta herramienta y han superado el estándar, un total de 200.000 empresas utilizan esta plataforma simplemente para medir, gestionar y mejorar su impacto; lo que significa que, aunque no hayan solicitado ser B Corp, sí que han cambiado su forma de actuar como empresa.
La misión de B Lab va mucho más allá de hacer crecer una comunidad de empresas. Kassoy también quiere ver un cambio de narrativa: ¿el hecho de tener a casi 5.000 empresas B Corp está influyendo y provocando cambios en la conversación y la opinión pública sobre el propósito de las empresas?
Es difícil medir el éxito cuando el objetivo es transformar el capitalismo. Por ello, Kassoy se fija en los hitos del camino: pequeñas victorias que demuestran que se está produciendo un cambio. Y hay algunos cambios significativos de los que se siente especialmente orgulloso: en Estados Unidos, la American Bar Association, que diseña los exámenes de derecho, ha añadido una pregunta sobre la gobernanza que tiene en cuenta a todos los grupos de interés al examen al que se presentan todos los estudiantes de derecho en Estados Unidos. Esto significa que, a partir de ahora, todo el mundo que se gradúe en derecho conocerá la gobernanza de los grupos de interés y cómo aplicarla en una empresa, lo que supone un gran cambio con respecto a hace unos años, cuando B Lab llamaba a las puertas de los abogados para defender un tipo de gobernanza empresarial del que nunca habían oído hablar.
Fuerzas encontradas
El lobby para la creación de leyes nacionales que reconozcan a las empresas con propósito ha sido una parte importante del trabajo de B Lab a lo largo de los años. Un trabajo que ha ayudado a desarrollar nuevas formas legales en 40 estados de Estados Unidos y en otros 10 países. Aunque sólo hay 5.000 B Corps en todo el mundo, alrededor de 10.000 empresas han adoptado una forma legal que las reconoce como empresas con propósito, convirtiéndose, por ejemplo, en Benefit Corporations en Estados Unidos, entreprises à mission en Francia o società benefit en Italia.
Sin embargo, todos estos cambios son voluntarios: las empresas no están obligadas a adoptar la gobernanza de los grupos de interés. "Hasta ahora, el trabajo se ha centrado en la participación voluntaria de las empresas en este cambio, lo cual sigue siendo muy importante, porque demuestran que es posible", dice Kassoy. "Pero en última instancia, si queremos cambiar todo el sistema, creo que las reglas deben cambiar para todos, de modo que haya igualdad de condiciones".
Con demasiada frecuencia, las empresas más tradicionales tienden a presionar a los gobiernos para evitar grandes cambios, lamenta Kassoy, pero con una comunidad B Corp fuerte unida a empresas con la misma visión esto podría cambiar. "Existen muy buenas ideas ahí fuera, pero algunas empresas con mucha influencia pueden desempeñar un papel negativo en tanto que las hacen retroceder… Para evitarlo, estamos creando un movimiento de líderes suficientemente fuerte y relevante como para convertirse en un contrapoder".
Capitalismo y democracia
Existe un importante vínculo entre las empresas y la democracia, afirma Kassoy. La forma destructiva en la que a veces opera el capitalismo -destructiva para las personas, las comunidades y el planeta- está intrínsecamente ligada al ascenso de gobiernos populistas, elegidos por personas y comunidades que se sienten abandonadas y marginadas.
"No creo que transformar las empresas lo vaya a cambiar todo. Pero sí creo que este vínculo entre el capitalismo y la democracia, y la forma en que las empresas se comportan en un sistema democrático, marca una gran diferencia".
Hay cosas que se escapan del control de uno, como la reciente invasión de Ucrania por parte de Rusia. ¿Cómo podemos transformar la economía cuando la humanidad sigue iniciando guerras? "Los conflictos mundiales y los malos actores, como el gobierno ruso, siempre han existido, y no soy tan idealista como para pensar que esas cosas no existirán en el futuro", dice Kassoy. "Pero creo que la cuestión más importante es si podemos crear un sistema lo suficientemente resiliente para soportar ese tipo de actores". Y añade: "Si las reglas del juego fueran distintas, y las empresas realmente mejoraran el clima, reconstruyeran las economías y comunidades locales y crearan puestos de trabajo dignos, tendríamos sociedades más estables y gobiernos más estables, y creo que algo de eso nos haría más resilientes."
Los próximos años serán cruciales para escalar B Lab, una necesidad a la que debemos dar respuesta si la organización quiere satisfacer la creciente demanda para ser B Corp, además de promover un verdadero cambio cultural en la forma de entender la empresa, así como avanzar en la incidencia política, dice Kassoy. El actual volumen de negocio de la red de B Lab (que incluye los B Lab regionales y Sistema B, las organizaciones asociadas que impulsan B Corp en sus respectivas regiones o países) es actualmente de unos 40 millones de dólares, afirma Kassoy, pero debe duplicarse con creces en los próximos años hasta alcanzar unos 100 millones de dólares.
B Lab tiene algunos ingresos: las empresas pagan una cuota de certificación, que varía según las regiones y el tamaño de la empresa. En el Reino Unido, por ejemplo, las cuotas anuales van de 1.000 a 50.000 libras en función de su facturación. Pero la mayor parte de su financiación procede de las actividades benéficas (entre los financiadores se encuentran la Fundación Skoll y la Red Omidyar), y Kassoy espera aumentar estos ingresos para cubrir el "costoso trabajo de incidencia política y de promoción de un cambio en la narrativa".
Hace pocos días, Kassoy anunció que dejaría el cargo de Director General: "No creo que sea una buena idea para ninguna organización tener siempre a los mismos líderes. Esto es un movimiento global, no es cosa de Andrew, de Bart o de Jay". B Lab anunció ayer el nombre de su sucesora: Eleanor Allen, Directora General de Water for People. Pero Kassoy no se va a ninguna parte, sino que seguirá manteniendo un rol en B Lab como asesor de Allen y miembro del consejo. "Siento que esto es el trabajo de mi vida... Se trata de un cambio de rol, pero sin abandonar el movimiento B Corp".
Este artículo está escrito por Laura Joffre para Piooners Post, una revista digital de inversión de impacto y sostenibilidad de Inglaterra y traducida por B Lab Spain.
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